Cuando pienso en mí veo una niña…la niña que aún soy, con un
corazón apasionado y un hambre enorme de comerse el mundo a trocitos.
¡Tanto por aprender, tanto por descubrir…tanto por conocer! A
la niña le gustaba leer y escribir historias, cuando lo hacía, se sentía plena…era
capaz de descubrir su propio mundo interior.
Pero la niña estaba bloqueada, terribles enemigos le impedían evolucionar:
el temor, la inseguridad, la vergüenza…el miedo.
Aquella niña se hizo
mujer, una mujer coartada por todos los flancos. Tomó caminos equivocados una y
otra vez… luego miró sus heridas y se sintió desdichada.
El indetenible paso del tiempo había cambiado su aspecto,
antes lozano y fuerte. Pero en su pecho, un corazón latía como un universo
entero, potente y enfurecido. El deseo incontrolable de tocar lo impalpable, de
saborear lo eterno.
Necesitaba contar su propia historia… su experiencia de la
vida, sabores, olores, sitios y personajes se agolpaban en su interior
queriendo salir.
La niña por fín decidió dejarlo todo, y seguir el impulso de
su alma…
Elia Corina Ballestero.
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